Archive for febrero 2012

Nº 1.

29.2.12 § 1

Realment has aconseguit, en part, el que he estat buscant tot aquest temps. Em fas feliç. Però també em fas una por incontrolable. Realment ni puc ni vull creure’t. M’agrada pensar que tot això acabarà com sabia que acabaria des d’un principi. Tu amb ella. I jo, sola. Com ha de ser. Les coses sempre van així. La tristesa és necessària, la incertesa. La felicitat no existeix. No és ni la meta ni el camí. La felicitat és algun punt de la línia que separa la ignorància de la indiferència. Sóc feliç perquè ni sé, ni vull saber el final de tot això. O almenys això et faig creure. La teva veu. L’últim que sento en un dia que tant odio com aquest 24 de desembre de 2011. La teva veu em fa somriure, però també m’espanta, em fa fàstic. Ets la meva pel·lícula de terror. M’agrada experimentar la por, i fer veure que no sé el final, i espantar-me o fer-me la sorpresa. Però sempre sabrem el final. Tot i així, t’he de dir que t’he arribat a creure, o m’he convençut a mi mateixa que he de creure’t, encara que sigui per uns dies, unes hores, em creuré que m’estimes, fins que passi el Nadal, o l’hivern, i ja no necessitis que algú t’agafi la ma quan fa fred. Quan el meu somriure sigui prescindible. Quan la soledat ja no sigui l’enemiga, ho seré jo. Aquesta sensació és tant contradictòria, que acaba essent l’única cosa que val la pena. Caminar cap a un precipici, però no tenir ganes de parar. Aquest suïcidi emocional potser és el que em fa falta. Potser ets la última pedra del camí, potser has aparegut per demostrar-me d’una vegada per totes que l’amor no està fet per mi. Potser m’equivoco, potser m’estimes de veritat? A cas es pot? Pots haver oblidat una vida? M’encantaria pensar que sí, que he estat capaç d’esborrar qualsevol cosa que hagi tacat la teva ment. Però, com sempre, una altra vegada, la sobrevaloració em porta de pou en pou, de decepció en decepció. El temps és la única pregunta, l’amor la única resposta. El desengany és la única opció. Fer-me feliç i fer-me mal. Llepar-me les ferides i obrir-ne de noves, superficials, de les que piquen. De les que no et deixen moure’t. Em tens congelada, i a la vegada em fas destruir tot el que he construït durant tot aquests temps. La meva protecció, la meva por, la meva lògica. No només he deixat caure l’escut. T’estic oferint el poc que em queda, perquè ho agafis i ho destrossis. Perque em converteixi en cendra, i vingui ella i em bufi. I llavors no ser res ni ningú. I ara, una altra vegada, tinc aquesta sensació al coll. El fàstic. De mi mateixa, del que estic deixant que passi. Perquè? En què m’he convertit? Potser ja tocava descansar una mica. El rancor pesa. Pensava que havia mirat en totes direccions, que era segur parar per descansar, però m’equivocava. Has arribat tu, amb un somriure, per l’esquena, i me l’has clavat al cap. I ara l’únic que puc fer es deixar-lo dintre. Si el trec em buido. És el ganivet clavat a la ferida. No el treguis, que em desfaig. Em fas mal i em mantens viva. Tot a la vegada, així està escrita la meva paradoxa. He nascut per escriure, i no hi ha millor musa que un mateix i les seves penes. L’alegria enlluerna. La foscor, la por, en canvi, és el millor que li pot passar a una ment creativa. La necessitat de buscar sortides.

Espero ser capaç de donar-te tot això alguna vegada, d’obrir-te moment per moment el meu cap, deixar-te passar, oferir-te un coixí vermell, suau, però ple de dubtes. Dels que punxen. I ara he hagut de parar, el nus de la gola no em deixa continuar, i llavors un pensament dèbil i fugaç em recorre el cap.
I si ets veritat?


***
Realmente has conseguido, en parte, lo que he estado buscando todo este tiempo. Me haces feliz. Pero también me das un miedo incontrolable. Realmente ni puedo ni quiero creerte. Me gusta pensar que todo esto acabara como sabia que acabaría desde un principio. Tú con ella. Y yo, sola. Como tiene que ser. Las cosas siempre van así. La tristeza es necesaria, la incertidumbre. La felicidad no existe. No es ni la meta ni el camino. La felicidad es algún punto de la línea que separa la ignorancia de la indiferencia. Soy feliz porque ni sé, ni quiero saber el final de todo esto. O al menos eso te hago creer. Tu voz. Lo último que oigo en un día que tanto odio como este 24 de diciembre de 2011. Tu voz me hace sonreír, pero también me da miedo, me da asco. Eres mi película de terror. Me gusta experimentar el miedo, y fingir que no sé el final, y asustarme o hacerme la sorprendida. Pero siempre sabremos el final. Y aun así, tengo que decirte que he llegado a creerte, o me he convencido a mis misma de que tengo que creerte, aunque sean unos días, unas horas, me creeré que me quieres, hasta que pase la Navidad, o el invierno, y ya no necesites que alguien te coja de la mano cuando hace frío. Cuando mi sonrisa sea prescindible. Cuando la soledad no sea la enemiga, lo seré yo. Esta sensación es tan contradictoria, que acaba siendo la única cosa que vale la pena. Caminar hacia un precipicio, por no tener ganas de parar. Este suicidio emocional puede que sea lo que me hace falta. Quizás eres la última piedra del camino, quizás has aparecido para demostrarme de una vez por todas que el amor no está hecho para mi. Puede que me equivoque, tal vez me quieres de verdad? ¿A caso se puede? ¿Puedes haber olvidado una vida? Me encantaría pensar que sí, que he sido capaz de borrar cualquier cosa que haya manchado tu mente. Pero, como siempre, otra vez, la sobrevaloración me lleva de pozo en pozo, de decepción en decepción. El tiempo, es la única pregunta, el amor la única respuesta. El desengaño es la única opción. Hacerme feliz y hacerme daño. Lamerme las heridas y abrir otras nuevas, superficiales, de las que pican. De las que no dejan moverse. Me tienes congelada, i a la vez me haces destruir todo lo que he construido durante todo este tiempo. Mi protección, mi miedo, mi lógica. No sólo he dejado caer el escudo. Te estoy ofreciendo lo poco que me queda, para que lo cojas y los destruyas. Para que me conviertas en ceniza, y venga ella y me sople. Y entonces no ser nada ni nadie. Y ahora, otra vez, tengo esta sensación en el cuello. El asco. De mi misma, de lo que estoy dejando que pases. ¿Por qué? ¿En qué me he convertido? Quizás ya tocaba descansar un poco. El rencor pesa. Pensaba que había mirado en todas direcciones, que era seguro parar a descansar, pero me equivocaba. Has llegado tú, con una sonrisa, por la espalda, y me la has clavado en la cabeza. Y ahora lo único que puedo hacer es dejarla dentro. Si la saco me vacío. Es el cuchillo clavado en la herida. No lo saques, que me deshago. ME haces daño y me mantienes viva. Todo a la vez, así está escrita mi paradoja. Me nacido para escribir, y no hay mejor musa que uno mismo y sus penas. La alegría deslumbra. La oscuridad, el miedo, en cambio, es lo mejor que le puede pasar a una mente creativa. La necesidad de buscar salidas.

Espero ser capaz de darte todo esto alguna vez. De abrirte momento a momento mi cabeza, dejarte pasar, ofrecerte un cojín rojo, suave, pero lleno de dudas. De las que pinchan. Y ahora he tenido que parar, el nudo en la garganta no me deja continuar, y entonces un pensamiento débil y fugaz me recorre la cabeza.
¿Y si eres verdad?

Swansea City.

26.2.12 § 0

Somos adictos. Arrinconamos nuestro ego. Somos recién nacidos colocados. Ni sabemos andar, ni queremos aprender. Los límites de la materia nos incomodan, un cuerpo no es nada. Buscamos deshacernos en el humo de un cigarro del después. Volatilízame. Resulta demasiado fácil parar y seguir la línea recta. Necesitamos edulcorante y Renacimiento. Somos el principio y el final del argumento contradictorio. No sabemos andar, pero la línea recta nos marea, y mientras pasa el domingo dibujamos tirabuzones en el aire, cargado de electricidad. Somos adictos al miedo. A lo inalterable de las almas pensantes. Acallamos todo atisbo de positivismo con la misma droga. El miedo. Verdaderamente adictivo. Carísimo. Fácil de encontrar. Fácil de anteponer a cualquier cosa. Excusa universal. Invalida cualquier cuestionamiento. Si tienes miedo no piensas, no tienes que oírte. Él habla por ti. En cuanto bajes la guardia el mono aparecerá en forma de escalofrío. Desde el pecho hacia adentro. Entonces oirás la magia intravenosa: "No soy yo, no es mi culpa, tengo miedo".

No es el miedo.
Es tu culpa.
Adicto.

A mil años luz.

§ 0

Odio la sensación de deshacerme entre un montón de gente con el pelo chorreando cerveza, el pecho vibrando y las luces atormentándome. Me siento pequeña y volátil. No quiero estar aquí ni allí. Joder, me encantaría desaparecer. Me he cansado de vaciarme el pecho cada noche. La bañera de promesas calentitas se va enfriando, y he tenido que llenarla de mentiras recién salidas del horno. Pero las muy putas cristalizan, y se clavan en la piel cual resaca de domingo. Cada abrazo que te niego se acumula en algún sitio entre mi orgullo y tu descuido. Concentrados. En cuanto exploten puede que yo crezca o que se me lleve mi propio agujero negro. Estoy al borde de mi abismo personal y vas y me sueltas. Pero sigo de pie.
Al final me ha tocado a mí ser quien camine descalza en el frío borde de la nada.